Pasaje clave:
Contra Jacob nada pueden las brujerías; contra Israel nada valen las artes mágicas. De Jacob, que es Israel, se dirá: ¡Miren lo que ha hecho Dios con ellos! Este pueblo se levantará como un león; como león rugiente se pondrá de pie. No se echará hasta haber devorado la presa, ¡hasta saciarse con la sangre de los muertos! (Números 23:23, 24).
Resumen:
Balaam monta su asna y emprende la marcha hacia Balac acompañado de los príncipes de Moab, pero el ángel del Señor le impide el paso tres veces a la bestia, y Balaam azota su asna cada una de las veces que esta se detiene, y cuando el adivino por fin se da cuenta de que es el ángel del Señor quien le impide el paso, este le permite proseguir hacia Balac bajo la condición de que solo dirá lo que se le ordene, y cuando llega donde el rey moabita, Balaam le aclara una vez más que, por más riquezas que se le ofrezcan, solo podrá decir lo que Dios le ordene, y después de ofrecer holocaustos juntos, Balaam se retira a un lugar desolado para recibir del Señor las palabras que ha de pronunciar sobre el pueblo de Israel, y al volver a reunirse con Balac, no logra cumplir el deseo de este de maldecir al pueblo, y más bien lo bendice, provocando que Balac lo lleve a otra cumbre desde la cual ver el campamento de Israel, y después de volver a ofrecer holocaustos, Balaam bendice una vez más al pueblo, en lugar de maldecirlo, y Balac le reclama que si no lo va a maldecir, que tampoco lo bendiga, y luego Balac lleva al adivino a la cumbre de otro monte, para tratar de lograr que este pronuncie una maldición, y nuevamente ofrecen holocaustos, y nuevamente Balaaam bendice al pueblo de Israel, en lugar de maldecirlo, y esto provoca la ira de Balac contra Balaam, quien le recuerda al rey que ya él le había advertido que solo diría lo que Dios le ordenara, e invita a Balac a volver a su pueblo para profetizarle lo que el pueblo de Israel hará al pueblo de Moab, y también a los amalecitas y a los quenitas.
Lección:
El enemigo tratará una y otra vez de frustrar los propósitos que el Señor desea llevar a cabo por medio de Sus bendecidos, y cada una de las veces que lo intente, en lugar de debilitar la causa de Él, más bien la fortalecerá, por lo tanto, nos conviene seguir siendo Sus reyes y sacerdotes.